Cada año los noruegos conmemoran la persecución y ejecución que tuvo lugar entre 1600 y 1691, por actos de brujería. Dejó 91 víctimas, la mayoría mujeres, en el pequeño pueblo noruego de Vardø, situado al noreste de la península escandinava.
La artista Louise Bourgeois, fallecida en 2010, y Peter Zumthor son los autores del Memorial Steilneset, un monumento doble situado en el lugar de las ejecuciones en honor a esas personas que murieron en la hoguera durante la caza de brujas. Tras estos sucesos se edificaron, en el lugar de la quema, una fortaleza y una iglesia a orillas del mar.
Situado a las afueras de la ciudad, los visitantes llegan al monumento bordeando una pequeña colina, sobre la cual se encuentra una iglesia y su cementerio; la peculiaridad del paisaje y un clima extremo (temperaturas por debajo de los 10°C) dialogan con una arquitectura austera que materializa la tragedia a través de madera, cristal, acero y fibra de vidrio.
Se compone de dos estructuras:
El centro de información, formado por un armazón de 125 metros de largo, cruza el plano de la costa. Compuesto por postes de madera, la estructura de fibra de vidrio recubierta de teflón queda suspendida en el aire mediante cables. El tejido de fibra de vidrio recuerda a la lona empleada para construir las embarcaciones locales mientras que su morfología está inspirada en las tablas que los pescadores locales utilizan para secar la pesca del día.
Al interior se accede mediante una pasarela de madera, en donde un pasillo de 100 metros de largo y 1,5 de ancho acoge una colección de cartelas que describen la historia personal de las 91 víctimas: 91 ventanas cada una iluminada por una sola bombilla
Un interior oscuro y estrecho con todas las superficies pintadas de negro; las telas se agitan cuando el viento del mar sopla con fuerza: una atmósfera intima pero con una sensación extraña, desconcertante.
El pabellón anexo, un cubo construido en acero corten y vidrio negro alberga la obra de Louise Bourgeois: Los condenados, los poseídos y los amados.
En su interior, una silla de aluminio de la que emergen cinco llamaradas de fuego roedeada de siete espejos ovalados. Se busca simbolizar los juicios de Vardø y se enmarcan dentro de la reivindicación feminista que recorre gran parte de la obra de Bourgeois.
El viento pasa a través de huecos en los paneles de vidrio oscurecido. El pabellón no tiene iluminación, por lo que en la noche las llamas se hacen más visibles a través del cristal oscuro.
“Hay una línea, que es mía, y un punto, que es suyo”, señala Zumthor. “La instalación de Louis (Bourgeois) trata más sobre la quema y la agresión, mientras que mi instalación habla sobre la vida y las emociones (de las víctimas)”.
Fotografías de Andrew Meredith, Lindy Atkin y Bjarne Riesto
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